
El capítulo 8 de Juan es uno de los más impactantes del evangelio, pues muestra la misericordia de Jesús, su identidad como la Luz del Mundo, y su enseñanza sobre la verdad que nos hace libres.
En este artículo, exploraremos:
- El encuentro de Jesús con la mujer sorprendida en adulterio.
- Su declaración: “Yo soy la luz del mundo”.
- Su enseñanza sobre la verdadera libertad.
- El fuerte conflicto con los líderes religiosos.
Jesús y la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11)
Una mañana, mientras Jesús enseñaba en el templo, los fariseos llevaron a una mujer sorprendida en adulterio y la pusieron en medio de la multitud. Le dijeron a Jesús:
“Moisés en la ley nos mandó apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8:5).
Su intención no era buscar justicia, sino atrapar a Jesús en una trampa.
Jesús se inclinó y escribió en tierra, y luego les dijo:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” (Juan 8:7).
Uno por uno, se fueron alejando hasta que solo quedaron Jesús y la mujer.
Entonces Jesús le dijo:
“Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Juan 8:11).
Jesús ofrece gracia y perdón, pero también nos llama a una vida transformada.
Jesús, la Luz del Mundo (Juan 8:12-20)
Jesús declaró ante todos:
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12).
Los fariseos lo desafiaron, pero Jesús explicó que su testimonio era válido porque Él sabía de dónde venía y a dónde iba.
Sin Jesús, vivimos en oscuridad, pero si lo seguimos, Él ilumina nuestro camino y nos da vida.
La verdad que nos hace libres (Juan 8:31-36)
Jesús habló a los que habían creído en Él y les dijo:
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32).
Los judíos respondieron que nunca habían sido esclavos, pero Jesús les explicó que todo el que practica el pecado es esclavo del pecado.
“Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:36).
Solo Jesús puede darnos verdadera libertad. No se trata solo de leyes externas, sino de ser libres del pecado y vivir una vida nueva.
Jesús y su confrontación con los líderes religiosos (Juan 8:37-59)
Jesús les dijo que, aunque eran descendientes de Abraham, sus acciones demostraban que no eran hijos de Dios, sino del diablo (Juan 8:44). Esto los enfureció y empezaron a insultarlo.
Entonces Jesús hizo una declaración poderosa:
“Antes que Abraham fuese, yo soy.” (Juan 8:58).
Esto era una afirmación de su divinidad, pues “Yo Soy” es el nombre que Dios usó cuando se reveló a Moisés en Éxodo 3:14.
Los judíos tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús salió del templo.
Jesús no es solo un maestro, sino Dios mismo hecho hombre.
Conclusión:
- Jesús nos ofrece gracia y perdón, pero nos llama a vivir en santidad.
- Él es la luz del mundo, sin Él vivimos en oscuridad.
- La verdadera libertad solo se encuentra en Cristo.
- Jesús es Dios, y solo en Él encontramos salvación.
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